Aquí tenéis algunas imágenes, para los que no pudisteis asistir al cálido encuentro:
Ángel Gutiérrez posa ante los medios acompañado de Marifé Santiago, Directora del Departamento de Educación y Cultura del Gabinete de la Presidencia del Gobierno
y de Alexander Kuznesov, Embajador de Rusia en España. A la derecha, Ángel Mártínez, director de la RESAD es entrevistado por unos periodistas.
Parte del público que ocupaba la sala.
Jesús Salgado, profesor de la RESAD y antiguo alumno de Ángel Gutiérrez dedicaba unas palabras a su maestro.
Ángel Gutierrez clausuraba el acto con un relato de su azarosa vida y agradeciendo todas las muestras de cariño.
Además os dejamos para vuestra lectura, el discurso que le dedicó Miguel Munárriz, Delegado del Principado de Asturias en Madrid:
A los seis años Ángel Gutiérrez solía subir a la montaña de Asturias con Mariano, un pastor de ovejas. Era un tiempo en el que la felicidad se parecía a estar descalzo sobre la hierba. Era septiembre del 37 cuando a Angelín Gutiérrez le arrancan de su pueblo, Pintueles, y durante un mes vivirá en un orfanato de Gijón con dos de sus tres hermanas. Él recuerda que enfermó del shock. Fiebre y bombas. En octubre los reúnen en un patio, les dan un número y una bolsita de cacahuetes y por la noche los llevan a todos al muelle donde les espera un gran barco de carga. Ángel recuerda con nitidez los llantos de las despedidas, pero a ellos ningún familiar los acompaña. La madre de los tres niños trabaja día y noche en un hospital y al padre lo han fusilado. Suben a los niños en grupos al barco. La hermana mayor –solo un año más que Ángel-, pone sus pies en la cubierta, pero la otra, -con solo cinco años- queda retenida en el muelle. Dicen que es demasiado pequeña y no puede ir, la arrancan de sus brazos y la llevan a un hospicio en Oviedo, en el edificio que luego sería el Hotel de la Reconquista. El poeta Ángel González contaba algunas veces que por los ventanales de ese hospicio veía a las matronas amamantar a los pequeños que no habían sido evacuados.
El barco zarpa desde el muelle de Gijón, y Ángel oye llantos y gritos de mujeres, y también el sonido de un tango cuya melodía se escapa por una ventana: “silencio en la noche, ya todo está en calma”. Al niño Ángelín le sube más la fiebre, y ya no le abandonará hasta llegar a San Petersburgo, entonces Leningrado.
Allí los reciben con banderas, con globos y con flores, y aquel niño febril y hambriento dice descubrir el amor en el calor de las mujeres que le abrazan y que le endulzan con caramelos. Pero la felicidad dura poco y, tras dos años de internado, llevan a su hermana a Ucrania y nunca más se volverán a ver.
Ángel Gutiérrez vive en el 41 el cerco de Leningrado y trabaja haciendo fortificaciones; de nuevo el hambre y un viaje entre ventiscas a los Urales, un largo mes por la estepa blanca, a 42º bajo cero. Pero dos años después, comenzará una nueva etapa en la que estudia y termina la escuela. Aunque sus preferencias están más cerca de la pintura y de la música, para continuar su formación elige Dirección Teatral. Ángel tocaba ya el piano porque en Leningrado le habían llevado a círculos culturales donde le descubrieron tocando con dos dedos, y ya en Moscú recibe clases de armonía y contrapunto con el director de la orquesta del ballet Bolshoi. Ángel saca matrículas de honor y con 23 años consigue su primer trabajo en Taganrog, la ciudad natal de su admirado Chejov en donde le invitan a dirigir el teatro que lleva el nombre del gran dramaturgo. Allí pasa tres años y en 1956, muerto ya Stalin, vive lo que en el periodismo político se llamaría el deshielo. Tras el Vigésimo Congreso del Partido Comunista Soviético salen a la luz algunos de los males del stalinismo y los jóvenes leen y critican al régimen, y como pueden se liberan de tantos años oscuros.
Ángel Gutiérrez y Andréi Tarkovski se conocen en el 57, trabajan juntos, Ángel actúa en el filme de Tarkovski El espejo, y con el filósofo asturiano Dionisio García, otro niño de la guerra que no regresó, se enzarzan en eternas disquisiciones sobre el sentido de la vida, sobre la misión del artista en la sociedad, sobre cómo salvar al mundo de la opresión. Ideales que, según Ángel, continúan vivos en su corazón.
Ángel Gutiérrez viaja a España en 1967 (su hermana había vuelto 11 años antes), y en Hendaya conoce a su madre y a su hermana mayor que se había quedado con ella, pero vuelve a Rusia y no será hasta 1974 cuando regresa definitivamente. Hasta entonces su vida transcurre entre el teatro, el cine, o la escritura de un guión sobre el destino y la odisea de los niños españoles de la guerra, que nunca pudo librar de la censura. Se titulaba “A la mar fui por naranjas”, que es el primer verso de una canción popular asturiana, y que era el primer obstáculo con que se encontraba la censura al no entender nada. La canción dice así: “A la mar fui por naranjas/cosa que la mar no tiene/ay mi dulce amor,/ este mar que ves tan bello/es un traidor”.
Y de nuevo vuelve Ángel González a esta historia. Él había escrito una réplica a esta canción, que tanto le gustaba, y cuyos dos últimos versos dicen así:
“Cuando te bañas desnuda/ tiene naranjas la mar”
Pero volviendo a Ángel Gutiérrez, parece ser que la censura no actuaba así llevada solo por su celo a todo lo que no comprendía, o que interpretaba que no era bueno para el régimen. Ángel estuvo diez años luchando para conseguirlo y supo mucho más tarde por los propios censores, a los que naturalmente ya conocía y hasta le apreciaban, que quien había estado detrás, en contra de que su proyecto viera la luz, había sido Dolores Ibárruri.
Contar lo que vivió Ángel a su regreso a España y hablar de su importancia como director teatral no me corresponde a mí. Como ven, la vida de Ángel Gutiérrez es una oportunidad para que un escritor la novele o un autor teatral la ponga un día sobre el escenario, a no ser que él mismo esté escribiendo sus memorias.
A los que les haya despertado la curiosidad con el origen topográfico de nuestro héroe le diré que el pueblo de Ángel, Pintueles, está a los pies de la sierra del Sueve, es decir, que pertenece a la Comarca de Picos de Europa. Y por si acaso alguno de ustedes le apetece esta primavera hacer una excursión siguiendo sus pasos, le diré que desde Oviedo se va por la Autopista A-64, en dirección Santander, y en Lieres, se debe tomar la Nacional 634, hacia Nava-Infiesto. Poco antes de llegar a Nava, conocida como la villa de la sidra, hay que entrar en la Comarcal-255, dirección Villaviciosa, y a solo 50 metros, un desvío les dejará en Pintueles, próspera localidad de 200 habitantes, aproximadamente, de donde un otoño, hace ahora 84 años, el guaje Angelín correteaba en su Arcadia tras las ovejas, descalzo y feliz, ajeno a la vida que le aguardaba.
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