martes, 22 de marzo de 2011

Miradas de oriundos y foráneos

Hoy 22 de marzo, a las 19:30 h. tendrá lugar la inauguración de la exposición:
Miradas de oriundos y foráneos
(del 22 de marzo al 7 de abril)

En esta muestra participan los artistas:

Marga Colas
Raquel Miranda
Soledad Suárez Martín
Ramón Moncada
Concha Robles (Varrio)
Trinidad Formoso
Juan Salinas
María Ángeles Palomeque
Cristina Ortiz
Teresa Monforte
Zita López
Esther Arias
Gabriel Moreno Suárez
María José Martino
Carmen G. Viejo
Aurora Fernánez Matas
Ángeles Vega González
Paz Banciella
Manolo Amaya
Marily González
Charo García Pérez (R. Garpe)
Marga González
Elena Castellanos Hevia
Edif Saes Pacheco
Marina Ladero
Víctor Puente

Acerca de esta exposición, Ángel Antonio Rodríguez, crítico de arte de EL COMERCIO escribió el siguiente texto:

LA MIRADA ABIERTA
por Ángel Antonio Rodríguez
crítico de Arte de EL COMERCIO

Hace tres años, el Centro Asturiano de Madrid albergó una original exposición colectiva con obras de alumnos y alumnas de Humberto, veterano pintor asturiano que desde 1974 dirige en Oviedo un fructífero taller de arte experimental. Decíamos entonces que la actitud vitalista del maestro y su comprometida dedicación siempre han mantenido una singular metodología de trabajo, lejos de las limitaciones académicas y cerca, muy cerca, de la rigurosidad, el estudio y el entusiasmo. Así, Humberto ha logrado insuflar, año tras año, un ánimo aglutinante y multidisciplinar a los cientos de personas que han pasado por sus clases. La cultura asturiana debe mucho a la capacidad y la generosidad de este artista independiente, nacido en Malleza y residente en Gijón, que durante cuatro décadas ha sabido equilibrar la formación teórico-práctica y los viajes de estudios con las claves del arte contemporáneo.

En el ámbito metodológico, las clases de Humberto profundizan en múltiples variaciones procesuales, dando una lógica preferencia a las técnicas pictóricas pero abordando otros campos con el mismo énfasis, reivindicando el conocimiento y la libertad. Eso se corrobora en esta nueva experiencia colectiva que tengo el honor de presentar en Madrid, donde advertimos interesantes mixturas de lienzos, maderas, papeles, ‘collages’, fotografías, esculturas e instalaciones cuyo fin último no es otro que contrastar miradas, aglutinar esfuerzos y disfrutar del pensamiento mutuo, sin perder la energía individual. La exposición se titulada Miradas de oriundos y foráneos para descubrir las exploraciones, búsquedas y hallazgos de veintiséis firmas que hoy mantienen lazos diarios con el taller de Humberto. La iniciativa completa otras experiencias previas, como El taller de Humberto (galería Norte, 1988), Imágenes de un tiempo nuevo (Café Español, 1997), Correspondencias (Universidad de Oviedo, 1999), Fluxus (Universidad de Oviedo, 2000), Actuaciones para un territorio herido (Casa Municipal de Cultura de Piedras Blancas, 2001) o la citada Identidades que, como decíamos, ocupó el Centro Asturiano de Madrid en junio de 2008.
No deja de ser lógica esa obsesión del maestro por enseñar a mirar y mantenerse lejos de cualquier pauta mimética; por obligar a pensar, reflexionar y debatir las cosas una y mil veces. No en vano, el propio Humberto creció en una generación que, en su adolescencia, vivió capítulos decisivos para la renovación artística internacional asumiendo técnicas conocidas y lecturas renovadoras con la transformación del objeto en concepto y la experimentación como gran paradigma.
El pensamiento y el conocimiento son producciones sociales. Recordemos que un grupo, un colectivo, es un conjunto restringido de personas ligadas por constantes espacio-temporales, articulados en su mutua representación interna, cuyo fin último es proponer implícita o explícitamente una tarea. Por eso aprender a pensar (o enseñar a mirar) es la clave para que viejos y nuevos artistas incentiven sus personalidades con todas las presencias, discursos y expresiones posibles.
En este proyecto, como ya ocurría en Identidades, la nómina de artistas es ecléctica, con trayectorias y estéticas muy diferentes entre sí. Algunos ya han tenido ocasión de presentar exposiciones individuales en galerías y salas asturianas, incluso en algún espacio internacional, y otros apenas han expuesto públicamente sus trabajos. Conviven aquí, además, los autores nacidos en Asturias con los autores foráneos, que residen en nuestra región de manera temporal o permanente. Y todo eso, que puede parecer anecdótico, es una prueba más de los propósitos aglutinantes de este taller comprometido y comprometedor.
Respecto a la anterior exposición madrileña hay artistas que repiten presencia, y sus trabajos permiten apreciar su evolución. Entre ellos hay quien mantiene la fe en la reinterpretación de abstracciones y figuraciones, en la convivencia de viejos y nuevos estilos, en el análisis de la vanguardia histórica o el sondeo de corrientes nacidas en el último cuarto del siglo XX. Eso ocurre, por ejemplo, en las visiones oníricas y los apuntes líricos de Carmen García Viejo, R. Garpe, Marina Ladero, María Ángeles Palomeque y Zita López, que alternan los instantes místicos con una loable austeridad en sus composiciones, bregando el aire en sus cuadros, marcando acotaciones sobre el soporte y persiguiendo misterios que, a veces, rozan la metafísica. También se percibe esa revisión de caminos ya abiertos en los diálogos rítmicos y vitalistas de María Jesús Martino, en las sobrias estructuras de Paz Banciella, en los universos imposibles de Elena Castellanos, en las pinturas mineralizadas de Juan Salinas, en la madera y el color que mezcla Lydia González y en los efectistas collages de Aurora Matas y Cristina Ortiz. Revisiones, recapitulaciones y nuevas semblanzas de los espacios limitados por Raquel Miranda, de las cartografías supremáticas y el espíritu zen de Ramón Moncada, del cuidado expresionismo de Gabriel Moreno o de las esculturas de Teresa Monforte, que hace unos días brilló individualmente en una exposición del CMAE de Avilés con su suave y áspero mundo, fruto de lijas industriales y materiales de desecho devueltos a la vida.
Otras firmas se han atrevido a romper con ciertos planteamientos de su trayectoria previa, por ejemplo, Marga González, cuyas irónicas esculturas plantean hoy jugosos juegos narrativos. Contar historias, como en los estudios escultóricos del síndrome del nido vacío que nos ofrece Trinidad Formoso. Grabar el tiempo, como hacen las luces monocromáticas de Ángeles Vega, que recuerdan aquellas grabaciones de lluvia de los lienzos azules de Klein. Y al margen, esas constelaciones y contrastes lumínicos de la instalación que plantea Esther Arias, tan envolvente como efímera.
Entre los que se estrenan en esta nueva exposición es digno de elogio ese obsesivo interés por aprender, ensayar composiciones y no detenerse en ninguna estación. Tal es el caso de Marga Colás, con referencias al mundo de la ilustración, de Soledad Suárez, entre la reivindicación femenina, el ánimo pop y ese ánimo conceptual que, de alguna manera, también ofrecen las piezas de Edith Sáez. Ánimos esquemáticos y recuerdos de un moderado informalismo en las telas rasgadas por Manolo Amaya, sueños del subconsciente en las composiciones y la compleja instalación de Víctor Luis Fernández. Ellos, como Concha Robles (Varrio), aluden en sus obras a las evidentes conexiones que existen entre la banalidad y el consumismo contemporáneo, al margen de amaneramientos. Y en una época donde el elitismo, el papanatismo y la falsedad siguen marcando pautas en nuestro mundo artístico, resulta cuando menos esperanzador que haya carreras con ganas de entregarse a esas luchas.
En cualquier caso, dicen los sabios que, en la vida, la única vía verdaderamente honorable es la del «sólo sé que no se nada». Esto es, la mirada abierta. El trabajo, único puente hacia la gloria. La fidelidad a las pequeñas cosas como piedra filosofal de cada paso, lejos de cualquier dogma. Visconti decía que los mercenarios del arte y los dogmáticos no son otra cosa que «deformadores de la realidad». El cineasta italiano se jactaba de no prestarles atención porque tales empeños sólo pueden llevarnos a un laberinto sin salida. Quizás por eso, sus películas son optimistas en apariencia pero muy reaccionarias en contenido.
El arte es, antes que nada, una forma de conocimiento a disposición del ser humano y, como tal, debe alimentarse de calidades críticas. Lo que Humberto propone a sus alumnos y alumnas es, sin duda, un viaje constante; un itinerario audaz, que impulse empeños subjetivos, más o menos visibles o invisibles, consecuencia lógica y directa de la puesta en común de conocimientos. Una apropiación sensorial de territorios, encuentros o cosmovisiones personales, testimonio del recorrido, alegorías de lo fugaz, que después podrán mantenerse (o quizás no) en nuestro subconsciente. Experiencias para el alma, cualidades difíciles de transmitir de otra manera que no sea viajando. Calidades críticas; libertad en las miradas.
El resto poco importa. Y los humores, como los sabores, siempre son variables. Por eso, yo cada día soy más exigente con las actitudes de los artistas, pero más flexible con sus aptitudes. Creo sinceramente que la reformulación de su papel en esta sociedad globalizada sólo es posible, como decía Barthes, con un poco de saber y una pizca de sabor. Y eso (Humberto lo sabe bien) no es poca cosa.


Miradas de oriundos y foráneos
(del 22 de marzo al 7 de abril)
Inauguración:
22 de marzo de 2011
19:30 h

Delegación del Principado de Asturias en Madrid.
Santa Cruz de Marcenado 2, esquina San Bernardo

1 comentario:

Mcolás dijo...

me gustaria ver alguna imagen de esta exposición de oriundos y foráneos